Ciertamente en los espacios naturistas que he visitado, reina el deseo de poder expresarse con mayor libertad, con total espontaneidad y sencillez, sin máscaras ni tabúes. Allí he podido dialogar abiertamente de diferentes temas con los presentes, he podido tener mi espacio de libertad personal sin ser invadido o avasallado por algún imprudente.
Recuerdo con agrado mi paso por las playas «Querandí» y «Escondida», en febrero pasado, ambos lugares de tranquilidad y buen humor. La gente que allí se agrupaba supo recibirme con muestras de simpatía y hermandad, algo que tanta falta hace en este momento en que ambas cosas parecen estar ausentes de las noticias diarias.
Ahora bien ¿de dónde viene tanto prejuicio hacia el cuerpo desnudo? ¿Por qué ha sido la religión – me refiero exclusivamente a la cristiana católica- un obstáculo para el cuerpo?
Tengamos en cuenta que el cuerpo humano es lo más inmediato que tenemos, ya que somos un cuerpo. Según parece, ello viene de que en algún momento de la Historia, el cristianismo se «contaminó» de elementos provenientes de la filosofía dualista, que considera que la realidad está dividida entre lo material (cuerpo) y lo espiritual (alma)
. En estas corrientes de pensamiento lo superior es lo espiritual separado de manera antagónica de lo material, recordemos que algunos sostuvieron que el cuerpo era «la cárcel del alma». No encontramos en los escritos que hoy veneramos los cristianos como sagrados (NT), apoyo alguno para semejante afirmación, con todo este pensamiento entró a formar parte de la jerga cristiana, y hombres y mujeres no fuimos ya la maravilla creada por Dios, sino los «desterrados hijos de Eva», la tierra dejó de ser aquello que Dios había visto como bueno para convertirse en «este valle de lágrimas».
El pensamiento cristiano, así, se vio teñido de esta «antropología negativa», tan común, aún hoy, en el pensar y decir de muchos católicos. El cuerpo, realidad opuesta al alma, fue censurado, objeto de vergüenza y desprecio. Algo que había que mortificar y ocultar, pues era el lugar donde se movían fuerzas extrañas y oscuras que luchaban contra el espíritu. Es curioso que semejante pensamiento haya prevalecido sobre la mismísima Palabra de Dios que afirma que «el Verbo se hizo carne» (Jn 1, 14), es decir, el Hijo de Dios, Jesús, se hizo hombre, uno de nosotros, con un cuerpo de carne, no una humanidad aparente, sino una corporeidad concreta y real.
Los autores de los Evangelios se esfuerzan en explicitar que el mismo Cristo Resucitado tiene un cuerpo, no es un fantasma o cualquier suerte de alucinación colectiva (Mt 28, 9; Lc 24, 39-40.42; Jn 20, 20.27; 21, 15). El mismo Dios quiso hacerse uno de nosotros asumiendo la naturaleza humana en su totalidad, quiso, y quiere, ser nuestro hermano, el que comparte todo con nosotros, también nuestra humanidad corporal.
En la Navidad es eso lo que celebramos que Dios ya no está perdido en alguna nube o en quien sabe que alturas, sino que está ahora con nosotros, la profecía de Isaías se ha cumplido (Mt 1, 23).
Pablo de Tarso, uno de los grandes difusores de la fe en Jesús en las primeras décadas del movimiento, les recordaba a los fieles de Corinto la bellísima dignidad del cuerpo humano (1 Co 6, 19) llamándolo «Templo del Espíritu».
Se me ocurre que si todos nos concientizamos de la belleza, bondad y dignidad de la persona humana, que comprende la totalidad del hombre y la mujer, no sólo algunos aspectos, sino todo, también el cuerpo, nuestra historia sería muy otra.
El naturismo busca armonía, comunión ecológica y expresión, considero que la religión no debe ser un obstáculo para semejante cometido, antes por el contrario, cada una de las diferentes confesiones hermanas, deberían favorecer espacios de integración corporal y ecológica.
Desde el nudismo naturista se puede, a mi entender, avanzar hacia una mayor comprensión de la persona humana, de respetar a cada mujer y hombre en su integridad vital, que incluye, indiscutiblemente, su propio cuerpo.
También yo, siendo sacerdote católico, encuentro mucha paz rezando a Jesús desde mi desnudez, me siento también en comunión con otros hermanos que en el mundo están desnudos no por opción sino por imposición, es una humilde manera de estar cerca de ellos, también experimento lo que muchos afirman, la sintonía, hermosa por cierto, con la naturaleza, mas considero mi cuerpo como la naturaleza más inmediata que soy.
Eduardo
Sacerdote nudista