La aceptación de mi desnudez y de la de los demás, mi placer en estar desnuda, mi pertenencia al Mundo nudista es un secreto bien guardado.

En un relato publicado aquí conté un encuentro con algunos y algunas compañeras de gym en chihuahua …

El 2011 se precipitó sobre mis hombros en forma distinta, una relación de pareja de muchos años se esfumó cual arena al viento. Él ,mi cómplice nudista ,se fue sin decir ni adiós. Con quién compartiría mis momentos en Chihuahua este verano?

Noviembre llegó cual mes maldito: cuatro compañeras de trabajo de una Escuela de Buenos Aires recibíamos la comunicación de la jubilación obligatoria. Diciembre sumaba a sus calurosos días la ausencia de hacer algo, el teléfono sonaba cada día menos y yo iba cayendo en soledad en mi misma, me encontraba en un túnel, sin que se avizorara una tenue luz.

Un día de enero me llamó una de mis compañeras jubilada precipitadamente como yo y me dijo de armar una ida a Punta del Este las cuatro juntas.

Confieso que más allá de relación laboral y alguna salida no tenía mucho en común con ellas. Todas divorciadas o viudas no tenían con quién ir y la idea de ir con hijos o nietos las abrumaba.

Sabían de mis idas a Punta del Este y que volvía muy bronceada, amén de comentarles que iba a una playa que me gustaba mucho.

Mi cabeza se debatía en decirles o no sobre Chihuahua .Todo se precipitó rápidamente, conseguir un departamento en alquiler,los pasajes en el ferry , definir los roles que cada una iba a tener, yo ofrecí mi auto para tener un poco de autonomía propia.

En una semana estábamos embarcadas en una aventura con personas que en la intimidad no nos conocíamos, no habíamos compartido ni salidas juntas en pareja, ni club, ni gym.

Todo se arregló de maravillas y cuando llegamos al departamento cada cual hizo lo que había convenido. El dos ambientes no aseguraba mucha intimidad, así que era entendible cierta libertad.

En el viaje comentamos lo que habíamos llevado para ponerlos y que tipo de malla llevábamos. Una dijo que sólo malla entera. La abucheamos y la convencimos de usar bikini.

En la noche debía enfrentar el hecho que duermo desnuda, pero que dirían? Salí del baño en tanga y me dirigí al dormitorio, me saqué la tanga y me acosté ante la mirada sorprendida de mi compañera de cuarto. Ese día fue de batas pero con los días nos fuimos liberando.

El primer día antes de desayunar me hice una escapada a Chihuahua, me quedé sola mirando el mar, desnuda, no había nadie, caminé hasta la laguna o arroyo y me sentí con una paz que necesitaba. Cuando me aprestaba a regresar los primeros nudistas aparecieron.

No recuerdo cuando les pregunté que pensaban del topless, y claro como que todas se había quedado con ganas en la vida en hacerlo, les dije las llevaría a una playa y podríamos hacerlo, eso sí … una playa nudista..

Ahí hubo distintas reacciones, risas nerviosas asociadas a bromas sobre hombres desnudos y quienes ni lo consideraban posible, ya que ni en un vestuario de mujeres habían estado desnudas.

Orillando los sesenta años es difícil cambiar la cultura. Lo cierto es que en las mañanas seguía yendo sola a Chihuahua y un día, luego de almorzar ,.una de mis compañeras dijo “ Chicas hoy vamos a la playa nudista.”

Llegamos, armamos la sombrilla, colocamos esterillas y reposeras, entre risas y sonrisas y algún comentario jocoso. Les indiqué que no era necesario que se desnudaran, que lo hicieran si sentían cómodas y cuando quisieran. Yo lo hice de inmediato.

Sutiles límites diferenciaban los distintos grupos sociales que había en la ´playa Chihuahua en un esplendoroso día nos recibía.

Tímidamente dos se sacaron el corpiño, la cuarta se sentó en la arena puso sus rodillas sobre el pecho, que lo abrazó con sus manos y así quedó petrificada toda la tarde.

Las invité a caminar por la playa. Sólo una quiso, sin duda la cosa no funcionaría con todas, la cultura de la desnudez no parece ser para las argentinas de más de cincuenta años.

En el viaje de regreso hubo mucho silencio, ya en el departamento comprobé que la experiencia no había sido buena para dos de ellas que se sintieron como agredidas por los penes que veían.

En la cena acordamos que la que quisiera vendría conmigo en las mañanas. Un sólo día me acompañó una amiga pero no se desnudó.

En el departamento con los días empezaron a circular desnudas todas, o cuando una se estaba bañando otra entraba al baño. La desnudez comenzó a ser aceptada por todas, no era yo la única que dormiría desnuda.

El último día fuimos las cuatro a la playa, yo desnuda, dos toples, otra bikini. Todas se soltaron, hablamos de todo, bromeamos, aprendimos a respetar a los demás, fuimos respetadas y planteamos volver el año que viene.

Ya en Buenos Aires el calor sofocante me apabulla,el teléfono sigue sin sonar, Chihuahua me dio la paz que necesitaba y en esa paz encuentro una razón para seguir adelante.

Maria Gomez

jiopogomez@yahoo.com.ar