Aquel maravilloso día de sol mí amigo y maestro me llevó en su auto como pétalos que protegen al estigma.

Desnudarse no es quitarse la ropa. Eso, según la etimología, es des-vestirse.

Desnudarse es poder SER, permitirse SER, perdonarse algunos haber SIDO, aceptarlos y exponer cicatrices ante nosotros mismos.

No es pudor lo que me sucede en momentos íntimos. Tiene que ver con culpas y sobre todo limitaciones. Paradigmas sociales, religiosos, donde placeres tan exquisitos como el sol besando todo el cuerpo (que no es ni más ni menos que el packaging de nuestro ser) o exponernos sin ropas en el seno del hogar a la mirada verduga de los espejos gritando ¡Tapate, eso no está bien!

Los paradigmas pueden ser transformados y sería bueno que nos los replanteáramos todos, y cada tanto. Crecí en un hogar absolutamente pudoroso, no acepté los cambios de mi adolescencia porque “provocaban cosas en los demás”, miradas masculinas y celos femeninos.

Alguna vez en 7º grado comenté que quería ser modelo, y me contestaron “Vedette, dirás”.

No lo tomé como un halago sino que padecí los piropos, me culpé por los cumplidos y me aferré a dichos de barrios que enjuiciaban a las curvas.

He tenido dos hijos pero no dejaba que nadie me viera ni con luz tenue. Me bañaba con prisa evitando disfrutar del tacto conmigo misma. ¡Nadie más censurador que uno mismo, de quien no escapas ni en la más profunda intimidad!

Yo declaré que la libertad era mi derecho. Yo sabía que algo podía hacerse. Programar la mente que converse positivamente, para generar placeres merecidos en lugar de culpas…Yo quise ser libre…

Y un día común, una persona común queriendo hablar “mal de alguien sano, libre, puro y sabio” me comentó que mi amigo ¡¡era nudista!! Admiré su valentía… ¿Cómo alguien puede permitirse abrirse tanto a otros?

El cuerpo es la caja. El regalo está dentro. Preservamos los regalos, no las cajas. Nadie rechaza un regalo sólo porque el papel se arrugó en el “viaje”.

Mi amigo me hizo ver esto sin decir una palabra. Lo que sí me preguntó es si me molestaba alguna cicatriz. “O dieron vida, o te salvaron la vida”, me dijo. Y la verdad es que eso no me acomplejaba. Sí los kilos demás. Localizados cual panza de embarazada… (Y, soltar no es fácil!).

Entendí, en una analogía, que ese manto arisco y protector no era una cicatriz pero sí me había salvado la vida. Me distanció de lo tóxico, me amortiguó golpes. Y sobre todo, me cubrió más que la ropa de las miradas libidinosas, sucias, obscenas, inmerecidas, y creí ser aceptada por inseguras esposas porque “estaba tapada”.

Desnudarse es mucho más que quitarse la ropa. Tal vez sea quitarse paradigmas, culpas inventadas, LÍMITES AL PLACER absolutamente natural.

Conocí a C..., mi pareja, que nació desnudo (como todos) pero nunca se dejó vestir. Desde el primer día solté amarras al amor y de las comunicaciones más hermosas las tenemos con el cuerpo al desnudo. Se sorprendió de lo liberada que era y parecía inverosímil la historia de mi extremo pudor.

¡Puedo ir a apagar la luz sin camisón, y arriesgarme a que me vea! O mejor aún, jugar a que no puede ver la TV porque me interpongo seductora y genero aquello que me preocupaba provocar!

Porque logré desnudarme….

Porque estuve con gente maravillosa, desconocida, y con más razón puedo estar con alguien maravilloso, conocido y a quien amo, poder decirle piel a piel, sin palabras, tantas cosas. Porque algún día me desvestí, pero gracias a Dios, a mí que lo busqué, y a mi amigo que apareció con su ejemplo, además, ME DESNUDÉ!

Alguna vez oí: “Que el hombre no tenga vergüenza de mostrar lo que Dios no tuvo vergüenza de crear”.

Desnuda tus emociones. Ser libre es un derecho hermoso, natural, exigible. Creo, personalmente, que quien no puede desnudarse es porque tiene algo que replantearse. ¿Me acepto? ¿Acepto las “cicatrices” que me hicieron éste que soy hoy? ¿Me amo así? ¿Amo a los demás aunque se les haya arrugado el envoltorio del regalo o tiene el moño torcido? ¿Veo más allá del pote de mayonesa, el marketing y la publicidad si ese producto está podrido por dentro aunque esté en oferta? ¿Me importa mi opinión o la de los demás?

Nadie sabe mi historia entera, no puede juzgar, y aun así suele importarnos más el qué dirán que el que siento…

Te invitaría a hacerte todas las preguntas que quieras, ELEGIR que ropa ponerse o dormir con la calidez del ser amado, ELEGIR la malla que te queda bien o sentir la brisa acariciando todo tu cuerpo. Pero ELEGIR.

Desnúdate. Que puedas hacerlo es poder después, en cada momento, ELEGIR.

María M.
Argentina