Mira Bien!
Como varón argentino, ya mayor de sesenta años, me eduqué en una sociedad
donde el desnudo entre pares era normal en los vestuarios, no así entre las
mujeres como me fuera comentado. Siempre tomé la desnudez
con naturalidad y lo extendí al campo de lo privado, puertas adentro en
mi casa desde siempre. Comodidad, libertad son las palabras que me
llegan a la mente asociadas a ella y las causas por las cuales disfruto
de ella.
Mi primer esposa era de
esa tendencia y desde jóvenes disfrutábamos de esa libertad que nos
permitía incluso tomar sol desnudos en un PH, donde vivíamos, alejados
con certeza de la vista de todos.Así fue que también estar
como Adán y Eva era habitual en nuestra casa en cada oportunidad que se
nos presentara.
En nuestro club ella tuvo
más de un problema por no usar el cambiador del vestuario, y así fue
que me enteré de su uso y existencia. Le molestaba de sobremanera tener
que andar envuelta en una toalla entre mujeres y lo obviaba.Nos plantemos ir a un club
nudista pero por entonces, los setenta, no había los medios de
comunicación que hoy existen y permiten conocer su existencia. Había
rumores de que los había, pero... no serían fantasías de algunos? Lo
cierto es que la idea quedó trunca por la separación.
Mi segunda esposa también
resultó abierta a la idea del nudismo doméstico, que extendimos a una
casa de fin de semana de nuestra propiedad, sea en la pileta, sea
tomando sol, sólo los dos. Su límite era no estar “en cueros” delante
de otros, inclusive entre mujeres. Yo no entendía eso en ella, que usaba
cola-less y bikinis mínimas, este era un límite que su cultura le
impedía pasar.Hasta llegó a no usar el
vestuario de un gym por esa causa, andar desnuda, conversaciones sobre
el tema matizadas con algún café, o mate, me causaban extrañeza, bromas
y risas a la vez. Es más, no pocas veces fue a la playa con un conjunto
de ropa interior en lugar de malla.
A mí, en particular, no me
gustan los shorts de baño y en lugares donde podía usaba siempre slip
deportivo.Con mi esposa aprovechamos playas solitarias para estar
desnudos siempre alejados del mundanal ruido.
Sin duda bañarse desnudo
es tan placentero que un traje de baño hace que el mar no se disfrute
tanto.Pocos años atrás, sin
proponernos, llegamos al límite de la playa nudista de Cihuahua.
Acomodamos las reposeras, armamos la sombrilla y nos pusimos a tomar
sol, alejados un poco de la gente pero sin dejar de estar cerca de ella.
La tarde, la altura de
sol, el rumor del mar y una suave brisa hacían que fuera de esas tardes
inolvidables.Relajados con la mente en
blanco escuché que mi esposa me decía “mirá bien” y sacándose el
corpiño lo colgó de en la reposera de manera evidente, y quizás
provocativa. Así fue que, ante mi sorpresa, estaba en topless en un
lugar público, hasta ese momento algo impensado en ella.
Tras cartón, con una
sonrisa me indicó que me sacara el slip, cosa que no demoré en hacer, y
así a casi nuestros sesenta años estábamos los dos disfrutando en
público de nuestras desnudeces, ella al menos parcialmente.Fue como algo mágico, se
dio una relación muy linda, mi esposa disfrutaba en topless el mar como
nunca lo había hecho, caminaba por la playa así, conversaba con gente,
era otra mujer suelta alegre y muy sonriente.
La verdad nos hizo muy
bien a ambos.En el mar se sacaba la
tanga pero se la colocaba al salir del mismo. Fueron varias temporadas
así. Esa forma de disfrutar la playa nos redefinió como matrimonio, sumó
positivamente, nos sacó de la rutina. Fue algo que dejamos en el marco
de lo íntimo y nos sirvió de mucho.
Ese “mirá bien” fue
de lo mejor en mi matrimonio, y muy oportuno desde ya.Dante A.
Argentina
Fotos:
Nudismo para todos- grupo Yahoo
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