Pudor e intimidad

Por Alain Boudet

Hay quienes afirman que el pudor es una regla de urbanidad. Dicen de todos tenemos derecho a nuestra intimidad y que no se puede invadir la de los demás. E incluidas en el primer lugar de las zonas íntimas, los órganos sexuales. Tal opinión merece ser examinada de cerca para comprender lo que encubren las palabras pudor e intimidad.

La intimidad es aquello que se quiere mantener en secreto, por miedo a que relevarlo juegue en nuestra contra. La intimidad es por tanto una suerte de zona de protección, que se construye como reacción a las amenazas de agresión. Cuando queremos retirarnos para estar tranquilos, encontramos esa paz en nuestra casa o en nuestra habitación, un lugar calificado como íntimo, es decir, donde nadie vendrá a molestarnos (por lo menos, podemos imaginárnoslo).

Si alguien ruidoso o exasperante nos perturba en ese lugar, no nos está respetando, se ha introducido en nuestro espacio geográfico, pero sobre todo en nuestro espacio energético, es una agresión, una suerte de violación energética. Por tanto, es la posibilidad de que alguien no nos respete lo que crea la noción de intimidad. Porque si alguien está ahí en paz, respeto y escucha profunda, su presencia no se percibe como una molestia.

La intimidad puede incluir tanto el cuerpo como los sentimientos: zonas sexuales del cuerpo, otras partes del cuerpo, el cuerpo entero, detalles de nuestro comportamiento, de nuestra vida sentimental y “privada”.

También la definición de este concepto es muy personal y muy variable de un individuo a otro, de una familia a otra, de una comunidad a otra. Varía también en función de la situación en la cual uno se encuentra.

La forma más corriente de sentir pudor (hay otra, ya lo veremos) es el temor de revelar alguna intimidad. Existe el temor de mostrarse tal y como uno es porque nos sentimos inseguros, vulnerables, expuestos a los abusos y a la manipulación, porque se tiene miedo a ser juzgado, porque no se confía en sí mismo.

No querer revelar “mis pequeños secretos” significa a menudo: “quiero mostrarme con un aspecto favorecedor. Si no, soy vergonzoso, “tengo vergüenza” como se dice ahora, ¡y esto es revelador! Como tengo vergüenza de mí mismo y temo el juicio ajeno quiero guardar mi parcela privada.

¿Qué es lo que es tan vergonzoso para compartir? El sentimiento de reserva o de resistencia con respecto a compartir nuestra intimidad es más o menos fuerte según la confianza que otorguemos a los demás. Frente a algunas personas, nos confiamos, ¡nos relajamos! Con otras, se desconfía. Algunas personas encuentran mucho más íntimo mostrar sus emociones que su cuerpo desnudo, porque esto los desvela de una manera bastante más profunda.

Por eso, las definiciones de intimidad, e incluso de las zonas sexuales, son extraordinariamente diferentes según los pueblos

Los pueblos de la tierra tales como los Amerindios no han tenido nunca fobia al desnudo. Cuando los exploradores los “descubrieron”, vivían desnudos con gran naturalidad sin ninguna sensación de hacer mal. Los hombres griegos practicaban los deportes al desnudo (en griego, la palabra gymnos –desnudo- ha dado lugar a gimnasia). Las gentes del Egipto antiguo y de la Europa de la Edad Media se bañaban desnudos en los ríos. En el renacimiento, la gente se bañaba todos juntos en los establecimientos de baño. Francisco I (de Francia, N. del T.) y su corte se bañaban totalmente desnudos.

A partir del siglo XVII se impone una moral coactiva. Hay que decir que la gente se mostraba desnuda con total inocencia para defecar. Hombres y mujeres se aliviaban en cualquier lugar de las calles o de las casas, y se quiso poner un límite. Contrariamente a lo que se imagina, el pudor que consiste en disimular los órganos sexuales y los actos naturales es una noción relativamente reciente.

Los relatos que siguen demuestran como la vergüenza de los órganos sexuales es un sentimiento fabricado por la educación

Extracto del relato de un viaje al Tíbet en 1944. En primavera, los tibetanos se agrupan alrededor de los manantiales calientes, construyen chozas de bambú y llena de alegría a este lugar solitario, situado a dos horas de camino de Kyirong, con sus gritos y sus risas. Hombres, mujeres y niños se bañan desnudos, sin ninguna vergüenza. (Sept ans d'aventures au Tibet -Siete años de aventuras en el Tíbet, Heinrich Harrer, Arthaud, 1953).

 

fuentes: https://eurociudadanonudista.wordpress.com/2013/12/14/desnudarse-1-introduccion/

http://www.spirit-science.fr/espagnol/denudarse.html#mozTocId583054

fotografías: http://pegateya.com/