LA REVISTA NATURISTA DE ARGENTINA Y DE AMÉRICA LATINA

Michelangelo Buonarroti, (Italia 1475- 1564) conocido en español como Miguel Ángel fue un escultor, pintor y arquitecto italiano reconocido como la gran figura del Renacimiento italiano, cuya excepcional personalidad artística dominó el panorama creativo del siglo XVI y cuya figura está en la base de la concepción del artista como un ser excepcional, que rebasa ampliamente las convenciones ordinarias. Sus obras más conocidas son la Bóveda de la Capilla Sixtina, El David, La Piedad, El Moisés, El Juicio Final.

LA MUSCULATURA Y LA DESNUDEZ EN MIGUEL ÁNGEL

Por María Cristina Vega (*)

Al analizar las figuras de Miguel Ángel, tanto en pintura como en escultura, lo primero que resaltan es el volumen y la redondez del cuerpo humano expresados en forma genérica para hombre o mujer que se pueden diferenciar por el atuendo más que por el esqueleto y la fisonomía.

Miguel Ángel fue básicamente un escultor y por esta razón, el cuerpo humano es un armazón voluminoso que se cubre con la ropa y proporciona solidez a sus figuras. Formado dentro de los cánones de la filosofía de la antigua Grecia, pretendió interiorizar las teorías neoplatónicas del amor, haciendo un gran esfuerzo para lograr un equilibrio emotivo. Su inclinación natural por la materia y las formas físicas, lo convirtieron en un escultor de cuerpos en los cuales se revela su fascinación por lo joven y vigoroso, emblemas de la belleza clásica que lo llevaron a decantarse en la belleza humana y el amor sensual hasta el fin de sus días. Este conflicto en lugar de afectar su creatividad, fue un impulso enriquecedor que le permitió superar su deseo carnal y aún, su enfrentamiento con una supuesta homosexualidad.

Es preciso recordar que la Academia de Florencia pretendió imitar la Atenas de Pericles. Esta asociación cultural de carácter filosófico, promovía el diálogo y la amistad entre hombres con un tinte idealista, semejante a la relación que existía entre Sócrates y sus discípulos. En este contexto debe entenderse el gusto y el arte de Miguel Ángel que estaba convencido de que la belleza del hombre era superior a la de la mujer y, por lo tanto, las figuras masculinas siempre sobrepasan en tamaño a las figuras femeninas. La fuerza y la cadencia en las curvas de sus mármoles, pueden entenderse sobre el análisis de dos fabulosas producciones: el David y el Moisés que en mi concepto, son sus obras más representativas.

El David fue hecho por encargo de Piero Soderini quien le entregó un gran bloque de mármol abandonado que había raspado Agostino di Duccio en 1464, y encontraba en Santa María del Fiore. Acto seguido, Miguel Ángel hizo un modelo en cera y comenzó a esculpir en el mismo sitio donde se encontraba el bloque, sin permitir que alguien viera su trabajo hasta dejarlo terminado dos años después. La escultura hace referencia al momento anterior a la lucha con Goliat. El joven se observa con una mirada llena de incertidumbre que en forma simbólica, defenderá la ciudad de Florencia contra sus enemigos. Esta obra evidencia todos los conocimientos y estudios del cuerpo humano que tenía Miguel Ángel hasta el momento de ejecutarla. Benvenuto Cellini comenta sobre la técnica: el mejor método empleado jamás por Miguel Ángel; después de haber dibujado la perspectiva principal en el bloque, empezó a arrancar el mármol de un lado como si tuviera la intención de trabajar un relieve y, de esta manera, paso a paso, sacar la figura completa.

Tan pronto estuvo terminada, por consejo de una comisión formada por los artistas Francesco Granacci, Filippo Lippi, Sandro Botticelli, Giuliano da Sangallo, Andrea Sansovino, Leonardo da Vinci y Pietro Perugino, entre otros, se decidió colocarla en la plaza de la Señoría enfrente del palazzo Vecchio. Desde allí, en 1873 se trasladó para una mejor conservación al museo de la Galleria dell'Accademia, mientras que en la plaza se colocó una copia, también de mármol.

En la Academia de Florencia, el David (5.17 m), está ubicado en un pedestal de unos dos metros de altura. El efecto visual de los músculos de la cadera, piernas y brazos es extraordinario. Al rodear la figura desde abajo, se alcanza a observar la inmensidad y la perfección de la obra como si estuviera en movimiento. Sin duda, si la estatua estuviera a la altura de los espectadores, la rigidez de los músculos y la mirada penetrante del jovencito no se podrían contemplar jamás.

Miguel Ángel fue una persona con muchos talentos: escultor, arquitecto, pintor y poeta. Alcanzó la cima de la representación del movimiento muscular, que el entendía como la manifestación de la pasión. Modeló, dobló, retorció y estiró sus dibujos hasta el límite de sus posibilidades. En las obras de Miguel Ángel no hay nunca paisajes, todas las emociones, las pasiones, la humanidad de sus obras se personifican, a su modo de ver, en los cuerpos desnudos de hombres y mujeres; rara vez concibió la forma humana en actitud de inmovilidad o reposo. Miguel Ángel se hizo pintor para poder expresar, a través de un medio más maleable, aquello que su ánima titánica sentía, aquello que su imaginación de escultor veía, pero que la estatua le negaba.

Si bien era un profesor de la anatomía y de las leyes de la composición, osaba ignorarlas si lo consideraba preciso para expresar su concepción, y exageraba la musculatura de sus figuras o bien las hacía adoptar situaciones antinaturales. En una de sus últimas obras, El juicio final de la pared del fondo de la Capilla Sixtina, desahogó su ánima y también hizo brotar sus emociones a raudales. Miguel Ángel fue el primero en lograr que la manera humana expresara una multitud de sentimientos, la emoción se convirtió en sus manos en un instrumento del que extraía notas y armonías de una variedad infinita. Sus figuras desplazan nuestra imaginación más allá del significado que le otorgan los nombres propios.

(*) Egresada de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes. Profesora de Historia del Arte.

 

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