En el “faro de la luz” se convocaban a los soñadores trashumantes, para discernir sobre como evitar que la vida se convirtiera en un infierno por culpa del ocio.

El nudelotense aprendía a apreciar más el tiempo inconscientemente, ya que día tras día quería o deseaba vivir con mayor intensidad, los momentos felices; al liberarse de sus preocupaciones, se liberaba también de esos pesadillas interminables, de esos días eternos… la noción del tiempo se perdía, cuando los días en si perdían su razón de ser… para el nudelotense todos los días eran uno solo… pronto se olvidaban hasta de medir el tiempo… más importante era el tiempo sin cuantificar, que se le dedicaba a las reflexiones…

Para todos era imprescindible el conocimiento que se adquiría en el “Faro de la luz” de Nudelot, donde se congregaban los más curiosos personajes.

Rastaman intentaba hacerse el interesante con unos anteojos que me recordaba más a la Lorenux por las calles de Roma; su aspecto famélico y hermafrodita, le hacía ver como escondido tras un traje o interesante como un pintor callejero o uno de esos poetas, que sobreviven lagarteando copas de vino con una impecable dignidad, casi real.

Satirioux casi representaba la risa, la burla, la ironía; era de los pocos privilegiados que nos hacían sentir menos insignificantes y leves al principio o durante nuestro proceso de iniciación. “No importa que no tengamos nada debajo de nuestras cabezas o que solo sirvamos para responder como autómatas, a las órdenes. Todos damos pasos absurdos para recorrer los caminos de la vida y siempre lo hacemos como imbécil es sonriendo y alegres; curiosamente cuando un imbécil sonríe, se ve menos imbécil. Satirioux era el prototipo de cantor, que todos llevamos en el corazón. Era despistado e hiperactivo… pero hablaba hasta por los codos y vivía siempre feliz… era demasiado simpático y servicial con absolutamente todos. Vivió siempre ilusionado con un proyecto que nunca pudo hacer realidad… pero este proyecto lo mantuvo anclado a las ilusiones y en una permanente duermevela entre la realidad y la utopía.

Por necedad descendemos al rapel a vivenciar absurdos infiernos, sin paracaídas ni arneses que nos libren del estrellarnos contra el piso, de estas absurdas realidades que nos emboscan a diario; he intentado como muchos, liberarme de las absurdas máscaras que el pudor nos impone; disimulo honradas e integras virtudes, para evitar los azotes enmendadores de la sociedad que me observa.

 No sé si las razones por las cuales vivimos corriendo desde que despertamos, sin detenernos a pensar siquiera por un instante, son valederas o se justifican. Una vez más estoy aquí solo meditando como un suspiro del olvido, en un recodo de otro absurdo abandono.

No es fácil brillar hoy en día, dentro de una sociedad que solo se sorprende con la mediocridad, de unos falsos estereotipos; hoy en día, hasta los fríos del alma son muy diferentes, porque los sentimientos hacia las personas son muy disparejos o heterogéneos, porque han variado las circunstancias y los valores de apreciación.

No creo en que la sabiduría de la naturaleza sea infalible, creo en la química y energías que unen o separan a las personas.

Todo en la vida son “Ilusiones Lunares” decía “el enano del jardín” que más se parecía a a esos “cabezones” que suponemos inteligentes por lo desproporcionado el empaque de sus inteligencias; además con esa imagen de gnomo viejo y burlón.

Héctor Cediel Guzman (“Cedielus”)
Colombia
hectorcediel@gmail.com

 

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