Heraclitus,
un filósofo muy reconocido en Nudelot, expresaba:
“El nudista cree gozar de alas de oro, pero se fundirán si se acercan
demasiado o creen poder seducir al sol. Somos falsos Icaros que
vagabundeamos por el cielo de los sueños, como insectos temblorosos en
busca de iluminación.
Hay muchos universos secretos parecidos a Nudelot y billones y billones
de invisibles nudelotenses, seducidos por las dulces canciones de los
nuevos amaneceres.
Gozamos de una extraña energía que emerge de nuestras entrañas que se
abrazan, se besan, se fusionan o mutan en secretos silencios donde el
amor es más que oscura energía. Nada nos avergüenza. Somos la luz de un
nuevo despertar del hombre.
Hoy, se leen emocionados poemas frente a la estatua que inmortaliza el
recuerdo de Floreyna. Retumban en los oídos, los versos de sus
enseñanzas, frutos del esplendor de una época de oro.
Hay en los versos un brillo extraño de su inaudita fuerza. El viento
ruge y salen rayos de la corona de su cabeza. Se expande como niebla un
profundo silencio, Escuchamos sollozos y muy pocos labios musitan
recuerdos y legados de Nudelot.
La sabiduría se desborda como un río desde las montañas. La música
milenaria del mar inspira algunos de los poetas y la inteligencia
artificial de los dragones que inspiran un nuevo Dorado para la
humanidad.
Se dice que nuestro destino depende de un ilógico tablero de ajedrez. En
cada jugada pueden morir millones de hormigas, de hombres mediocres, del
lumpen o de masa humana. Todos formamos parte de este absurdo juego, de
cestas ilógicas partidas. Sólo el viento interrumpe el silencio del
tiempo. Nadie conoce el desenlace. Ni siquiera sabemos si puede haber un
empate. Sólo delirarán de emoción las almas que gritan: ¡Jaque mate! El
resto estará muerto en el olvido para siempre ¿Será que podemos
celebrar en paz, un día en honor de la victoria del hombre?
Todos no somos más que ricos pobres. Vivimos buscando riquezas y poder
con desespero. Las almas putrefactas sobreviven sin escrúpulos. Sólo los nudelotenses son capaces de conocer y sanar las miserias humanas. Nos
derrumbamos como ilusos castillos de naipes.
Hay algo que debemos replantear ¡Todo! ¡Todo hay que replantearse!
Responde el eco ¿Terminaremos comiéndonos nuestras propias uñas, por
culpa de nuestros errores? ¿Por qué fuimos tan necios que no aprendimos
a leer ni a escuchar los pensamientos?
Soplan vientos que pregonan grandes tempestades, los versos de nuestra
poesía premonitora.”
Héctor Cediel Guzmán
Bogotá, D.C. Colombia
hectorcediel@gmail.com
Continuara >>>
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