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Festival del Desnudo
El
milenario "Festival del Desnudo" de Japón en el que las mujeres participaron
por primera vez. El mar de hombres casi desnudos canta, forcejea, empuja y
empella hacia el santuario "¡Washoi! ¡Washoi!" gritan: ¡Vamos! ¡Vamos!
Es una
escena que apenas ha cambiado en los 1.250 años que lleva celebrándose el
“Hadaka Matsuri”, o Festival del Desnudo, en el Santuario Konomiya, en el
centro de Japón.
Pero este
año hay un cambio, uno grande. Lejos de la multitud de hombres, otro grupo
está a punto de convertirse en las primeras mujeres en participar. Las
mujeres aquí reunidas saben que están haciendo historia. Hacerse un hueco en
espacios tradicionalmente dominados por hombres es difícil en cualquier
lugar, pero en Japón -que el año pasado ocupó el puesto 125 de 146 en el
índice de brecha de género del Foro Económico Mundial- es particularmente
difícil.
Algunos
habían pedido que se mantuviera como un festival solo de hombres. Pero la
idea de participar en el festival, en el que los hombres intentan ahuyentar
a los espíritus malignos , antes de rezar por la felicidad en el santuario,
parece que nunca se había planteado antes.
Según
Naruhito Tsunoda, nunca ha habido una prohibición. Simplemente, nadie lo
había pedido nunca. Y cuando lo hicieron, la respuesta fue fácil.
"Creo que
lo más importante es que sea un festival divertido para todos. Creo que Dios
también estaría muy feliz por eso", señaló a la agencia de noticias Reuters.
Sin
embargo, no todos en la comunidad fueron tan complacientes "Hubo muchas
voces que estaban preocupadas (por nuestra participación), que decían: '¿qué
hacen las mujeres en un festival de hombres?', 'este es un festival de
hombres, es serio'", explica Tamakoshi, una mujer de 56 años. "Pero todas
estábamos unidas en lo que queríamos hacer. Creíamos que Dios velaría por
nosotras si éramos sinceras". Las mujeres que esperan su turno están siendo
de verdad sinceras.
Lo que no
están es desnudas. Por el contrario, muchas visten "abrigos happi" (unas
túnicas largas de color púrpura) y pantalones cortos blancos -a diferencia
de los taparrabos de los hombres- mientras llevan sus propias ofrendas de
bambú.
No
formarán parte del gran tumulto que acompaña la carrera de los hombres hacia
el santuario, o la escalada de unos por encima de otros para tocar el “Shin Otoko”, o la "deidad masculina", un hombre elegido por el santuario.
Tocarlo, según la tradición, busca ahuyentar a los espíritus malignos.
Estas
mujeres, sin embargo, no sólo están rompiendo las barreras de género con su
participación. También mantienen viva la tradición.
Esta
semana, otro festival del desnudo que tiene lugar en el templo Kokuseki, en
el norte de Japón, será el último que se celebrará. Sus organizadores
aseguran que no hay suficientes jóvenes para que el festival continúe.
Japón
tiene una de las poblaciones que envejece más rápidamente en el mundo. El
año pasado, por primera vez, más de una de cada 10 personas tenía 80 años o
más. Mientras tanto, su tasa de natalidad es de sólo 1,3 por mujer, con sólo
800.000 bebés nacidos el año pasado.
Ha llegado
el momento de que las mujeres se dirijan al santuario. Caminan en dos líneas
paralelas y llevan largas varas de bambú envueltas en cintas rojas y blancas
entrelazadas. Atsuko Tamakoshi lidera el camino: sopla su silbato para
iniciar el canto rítmico que han escuchado a los hombres durante décadas.
'Washoi Washoi', gritan las mujeres.
Las
mujeres se concentran en los movimientos y la velocidad que han practicado
durante semanas. Saben que tienen que hacerlo bien. Conscientes de que las
miradas de los medios y de los espectadores están puestas en ellas, también
sonríen entre nervios y emoción
Hay gritos
de apoyo de la multitud que observa, algunos gritan "¡Gambatte!" o "¡Sigan
adelante!", mientras superan las gélidas temperaturas. Entran al patio del
santuario sintoísta de Konomiya y, al igual que los hombres, son rociadas
con agua fría. Parece darles aún más energía.
Una vez
aceptada su ofrenda, las mujeres finalizan la ceremonia con el tradicional
saludo de dos reverencias, dos palmadas y una reverencia final. Y entonces,
cala la magnitud del momento. Las mujeres estallan en vítores, saltan y se
abrazan llorando. "¡Arigatogozaimasu! ¡Arigato!" ¡Gracias! ¡Gracias! Se
dicen entre sí y la multitud que ahora les aplaude.
Cuando
salen del santuario, las mujeres son abordadas por espectadores que quieren
tomarse fotos con ellas y medios de comunicación que quieren entrevistarlas.
Ellas están encantadas de hacerlo.
"Lo he logrado. Estoy muy feliz",
asegura Mineko Akahori a la BBC. "Estoy muy agradecida de haber podido
participar como mujer por primera vez".
Su amiga y
compañera de equipo, Minako Ando, añade que "ser la primera en hacer algo
como esto es simplemente fantástico". “Los tiempos están cambiando", afirma Hiromo Maeda. Su familia regenta una posada local que ha acogido a algunos
de los asistentes masculinos al festival durante los últimos 30 años.
Para
Atsuko Tamakoshi, que ha desempeñado un papel tan importante durante la
jornada, ha llegado el momento de reflexionar sobre lo que han conseguido
todas juntas. Está emocionada y aliviada. "Mi marido siempre ha participado
en este festival", relata a la BBC. "Y siempre fui la espectadora. Ahora
estoy llena de gratitud y felicidad".
Fuente:
https://www.bbc.com/mundo/articles/cz7k40xzpnzo
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